PRESENTACIÓN DEL LIBRO «LOS MÉDICOS DE LA OTRA ORILLA», DE ALBANO DE JUAN.

(REESCRITO Y AMPLIADO)

INTRODUCCIÓN

Cuando, hace ya dos años, mi colega y compañero, y amigo, de promoción de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, el doctor Albano de Juan, publicó en la editorial palentina «Cálamo» su trabajo de investigación acerca de aquellos médicos que estaban situados en la otra orilla de los que, por la fuerza bruta de las armas, impusieron en esta España nuestra —hace siete décadas— un Estado dictatorial, le felicité en un encuentro que tuvimos una mañana.

No recuerdo si él iba o venía de su trabajo de médico cirujano o de secretario del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Palencia, cargo que ostentaba por entonces. Sí que recuerdo que yo estaba dando mi habitual paseo matinal por las calles y jardines de esta ciudad. Se le notaba feliz y no era para menos. Después de seis años de trabajo, de tantas y tantas horas de desvelos, haciendo de ratón de biblioteca, escrutando documentos, entrevistándose con cientos de personas, recopilando información y redactando, al fin había logrado su deseo de contar en un libro lo que en verdad les sucedió a medio centenar de médicos palentinos durante aquellos horrendos tiempos en los que se había zambullido (1936-1945). 

Gracias a la directora de la Biblioteca de Psicoanálisis de Castilla y León, quien me invitó a participar en esta presentación, puedo volver a felicitarte, Albano, esta vez de modo público, por habernos refrescado la memoria a unos, por habernos enseñado lo que no sabíamos a otros, con tu apasionado y apasionante libro Los médicos de la otra orilla, el tercero y el mejor, según mi criterio, de los tres que llevas escritos. 

El doctor Albano de Juan es un investigador entusiasta de la otra historia, de la historia no oficial, pues es bien sabido por todos que la historia oficial la escriben siempre los vencedores. Es de los poquísimos cirujanos que aún cree en la eficacia de la relación que se establece (quiérase o no) entre el médico y su paciente, y esto es así porque sabe, porque lo hemos hablado, que dentro de nuestro organismo viviente, que él conoce y disecciona tan bien, existe, encarnado, un sujeto del lenguaje y la palabra, un sujeto de deseo, un sujeto que se encuentra atrapado (también lo quiera o no) en las redes significantes simbólicas tejidas por la historia familiar y social que le precedieron, las cuales le marcarán de modo indeleble y le acompañarán durante toda su existencia.

Pero, además, el doctor Albano de Juan es un excelente escritor, aunque él mismo, en sus agradecimientos, nos cuente a los lectores que la mano de su hijo Albano —también médico, pediatra en Estocolmo, que fue amigo de infancia y de adolescencia de mi hijo y al que recuerdo con cariño— fue quien consiguió dar un aspecto más literario a algunos de los capítulos del libro. Bien haya sido Albano padre o bien Albano hijo o bien los dos Albanos de Juan juntos, el caso es que han logrado hilvanar un texto que llega fácilmente al corazón del lector y que, a mí, particularmente, en varias ocasiones me ha conmovido. Narran con finura, no exenta de pasión, las historias de aquellos médicos palentinos que, sin hacer ningún mal, fueron fusilados (ocho), encarcelados (siete) o depurados (treinta y cuatro). Su único mal, en todo caso, era creer con firmeza en lo que supuestamente —al menos la mayoría— hoy creemos todos: en el valor de la democracia y de la legalidad constitucional vigente. No ignoro que hay excepciones, pero me refiero a la mayoría de los españoles. 

EL DOCTOR ADOLFO MATÉ ORTEGA 

De todas esas historias personales de las que da cuenta el libro yo sólo conocía —y a medias— la del médico villamedianense Adolfo Maté Ortega, por habérseme sido relatada por su sobrina Ana María Enríquez, que tenía un año de edad cuando sucedieron los hechos que voy a relatar, y el marido de ésta (Arturo García), durante el ejercicio de mi profesión de Médico Titular de APD (Asistencia Pública Domiciliaria), durante 14 años y 5 meses —2 de noviembre de 1977 a 1 de abril de 1992— primero como contratado, después interino y más tarde como Médico Titular por Oposición y Funcionario del Estado del grupo A, cargo obtenido tras innúmeras horas de estudio, con unos exámenes brillantes, en el cerrateño pueblo de Villamediana. 

En Villamediana, tal como nos indica el autor, fueron detenidos un numeroso grupo de gente de la Casa del Pueblo —el 19 de julio de 1936— y les llevaron al vecino pueblo de Torquemada pero, por fortuna, tuvieron mucha suerte ya que fueron posteriormente liberados merced a la intervención del peluquero —que era de Villamediana— de no sé qué general golpista (¿quizá el general Ferrer?).

Adolfo Maté Ortega nació en Villamediana el 18 de diciembre de 1908. Era hijo de Benino Maté y de Candelas Ortega, los cuales regentaban la tienda de ultramarinos del pueblo. Ambos habían puesto muchas ilusiones en su hijo Adolfo, que era un chaval muy espabilado. Éste, tras realizar el Bachillerato, se fue a Madrid a estudiar Medicina en la Universidad Central (Complutense hoy en día), donde un tío suyo (Benedicto) era catedrático del Instituto Topográfico. Finalizada la carrera de Medicina comenzó a ejercer profesionalmente en Miño de San Esteban, un pueblo cercano a Burgo de Osma (Soria) el 12 de julio de 1932. Estuvo sólo tres meses ya que al quedar vacante la plaza de Médico Titular del cerrateño pueblo de Villaviudas, cercano a Villamediana, el 30 de septiembre del mismo año se fue para allá. Le "tiraba" mucho el Cerrato Palentino y su pueblo.           

Era un hombre muy inteligente y con una gran preocupación social (no cobraba nunca a los pobres del pueblo, entonces no había un sistema nacional de salud como el que tenemos ahora, haciéndoles cuantas visitas fuesen necesarias y regalándoles las medicinas); para sus desplazamientos utilizaba un coche que le había regalado su padre Benino. Como toda su familia era de ideología socialista. Era muy aficionado a la pintura y los hijos de su hermana Candelas (sus sobrinos), de la que posteriormente me ocuparé, poseen muchos dibujos suyos, sobre todo de escenas marineras.

Tras el Alzamiento Nacional, el 19 de julio de 1936, un grupo de civiles, carabineros y guardias de asalto se encerró en el edificio de la Diputación Provincial palentina pues es bien sabido que los Cuerpos de la Armada y de la Guardia Civil, se mantuvieron —en general— leales al Gobierno y a la Constitución Republicanos. Poco pudieron hacer, los muy incautos, frente a las ametralladoras de los militares sublevados del Regimiento de Cazadores de Villarrobledo, con sede en Alcalá de Henares que, a su vez, habían pasado por las armas a todos aquellos oficiales y soldados que no se adhirieron, de modo inmediato, a la sedición facciosa. Adolfo Maté lo único que hizo fue lanzar vivas a la República desde el balcón de dicho edificio.

Por cierto, que uno de los oficiales sublevados que tomó Palencia por las armas era el entonces teniente, y después capitán, Martín Calleja, nombre de la calle donde residía y pasaba mi consulta, hasta que en el año 2000 la Corporación Municipal de Palencia, con el alcalde al frente, Heliodoro Gallego, lo cambió por su antigua denominación: calle Los Soldados.

Detenido y apresado en la Cárcel Modelo de Palencia, situada en la Avenida de Valladolid, fue juzgado con fecha del 11 de septiembre de 1936, en consejo de guerra, cuyo Tribunal tenía siete componentes, en causa sumarísima, donde no existía la más mínima garantía de defensa, junto con otras 33 personas más (incluyendo un chaval de 16 años) y condenado a muerte. En el acta de ese juicio se dice: "[...] en las primeras horas de la mañana del día 19 de julio se produjo en la ciudad de Palencia un levantamiento subversivo contra la legítima autoridad del Ejército español, defensor en aquellos momentos de la civilización y de la Patria, que tuvo como manifestaciones el reparto y distribución de armas y la agresión verificada contra las fuerzas del Ejército. Todos los encausados son caracterizados dirigentes o militantes de los partidos del frente popular".

Ya en capilla, la noche previa a su fusilamiento, el doctor Adolfo Ortega estuvo acompañado de su íntimo amigo Elpidio, que no pudo aprovechar su condición de fraile para salvarle, como tampoco su tío Prudencio Maté, a la sazón Secretario del Instituto "Jorge Manrique" de Palencia. A las 3 horas y 40 minutos de la madrugada, Adolfo se despide de sus amigos y de su familia: "[...] estamos preparados para el gran viaje cerca de cuarenta compañeros". Dos horas y media más tarde todos ellos serían fusilados en el kilómetro 4 de la carretera de Magaz de Pisuerga el día 17 de septiembre de 1936.

Pero ahí no quedó la cosa. Toda su familia sufrió después una represión brutal. En primer lugar, el embargo de bienes a la que fue sometida; les quitaron el automóvil que usaba Adolfo, que como antes escribí le había sido regalado por su padre, el cual fue también apresado y recluido en la cárcel de Valladolid, al igual que sus cuñados Perpetua y Juventino. Benino estuvo cerca de tres años preso y cuando fue excarcelado vino, a pie, hasta Torquemada, lugar donde fue a buscarle un amigo para llevarle a Villamediana (ambos pueblos distan entre sí 5 Kms). Allí quedó Benino, en prisión domiciliaria, sin poder salir del pueblo. Fue multado, así como otras personas del pueblo, con 500 pesetas de las de entonces por no contribuir al día de "Plato Único", cosa que fue publicada por la prensa palentina del momento. Ana Mari Maté y su esposo acaban de fallecer hace poco con un intervalo de 8 meses entre ellos. Me lo contó su hijo el otro día que coincidí con él en la calle Mayor de Palencia. Me abrazó y me siguió llamando Don Alfredo, pues aunque cuando estuve allí era bastante “friki” (llevaba pajarita, sombrero y un pendiente de oro en el lóbulo de mi oreja derecha, cuando ningún varón lo llevaba) siempre fui muy respetado por mi "ojo clínico" y por mi trato con tod@s mis pacientes. Además hacía de Practicante, de Pediatra, de Inspector de Sanidad, de confesor, de tallador de los mozos cuando entraban en quintas, de Asistente Social y de Policía Mortuorio (debía firmar las inhumaciones; recuerdo que firmé la inhumación de una extremidad inferior amputada a una mujer cuya familia quiso enterrar...). Como nos dijo Lacan en su intervención "Psicoanálisis y Medicina", que trato en otro Escrito, encarné la figura del médico antes de la llegada masiva de la tecno-ciencia y que como escribió el médico y psicoanalista Michel Balint, en su texto "El médico, el paciente y la enfermedad", "se recetaba a sí mismo". Me llamaban «Donalfredo» y algún@s llamaron a mi hijo, que nació allí, «Donalfredín». Les expliqué que iba separado y lo comprendieron.

Pues bien ella me contó lo que luego le dijo a Albano de Juan para componer su libro: que recordaba a Benino (su abuelo) paseando por el salón de la casa, como un tigre enjaulado, y que se paraba de vez en cuando frente a una fotografía de su hijo Adolfo mientras murmuraba y en ocasiones gritaba:"¡Canallas, asesinos, me habéis matado a mi hijo!"

En 1938 "Previsión Sanitaria Nacional" (PSN) le concedió un subsidio (la mitad de lo que le correspondía) de 5.000 pesetas pagaderas en mensualidades de 83 pesetas durante cinco años, como beneficiario del seguro que su hijo tenía suscrito a través del Colegio de Médicos. La PSN aún existe; yo estuve cotizando, todos los trimestres, desde que me colegié (15 de octubre se 1975) hasta los 65 años en los que recibí una cantidad en efectivo pues me la presentaron como alternativa de una pensión vitalicia (no muy grande) que me correspondía.

Y para finalizar esta triste historia me voy a ocupar, de modo breve, de Candelas Maté Ortega, hermana de Adolfo. Fue detenida con la acusación de haber bordado una bandera republicana y de poseer en un armario una emisora ¡para comunicarse con la "Pasionaria”! Tuvo que abandonar a sus pequeños hijos e iniciar un largo vía crucis por diversas cárceles españolas: Valladolid, Burgos, Santurrarán (una cárcel de mujeres situada en la bahía del Cantábrico) y Palma de Mallorca. Allí murió víctima del bacilo de Koch al quinto año de prisión.

También ocho vecinos de Villaviudas fueron asesinados y enterrados en una fosa común en la cercana población burgalesa de Olmillos de Roa, tras ser "sacados" de la cárcel de Baltanás (el pueblo más importante del Cerrato Palentino).

EPISODIO HISTÓRICO SUCEDIDO EN EL PARANINFO DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EL «DÍA DE LA RAZA» DE 1936 

Cuando leí los bandos y proclamas de los generales Mola y Queipo de Llano, incluidos en este libro, instigando a los grupos leales a su rebelión anticonstitucional a practicar la venganza, la tortura, el asesinato y la violación de las mujeres «rojas», se me pusieron los pelos de punta y me hicieron recordar el incidente verbal entre el entrañable Miguel de Unamuno y el sanguinario general Millán Astray (que había llegado escoltado por sus legionarios armados con metralletas) en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 con motivo de la celebración del «Día de la Raza». 

Estaban también presentes el obispo de Salamanca, el escritor D. José María Pemán y Dña. Carmen Polo de Franco. Tras los protocolos, tomó la palabra el general Millán Astray quien, tras comparar a Cataluña y las provincias vascas con dos cánceres en el cuerpo de la nación, entre otras lindezas dijo: «El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí. La carne sana es la tierra, la enferma su gente. El Fascismo y el Ejército arrancarán a la gente para restaurar en la tierra el sagrado reino nacional». 

Al final de su arenga, alguien, desde el fondo del Paraninfo, gritó el lema del fundador de la Legión: «¡Viva la muerte!». D. Miguel de Unamuno, que estaba en la presidencia porque en esos momentos aún ostentaba el cargo de rector de la Universidad de Salamanca, tomó la palabra y dijo: «Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. No aprendí a hacerlo en los setenta y tres años de mi vida y ahora no quiero aprenderlo. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión...». 

Furioso y fuera de sí, el general Millán Astray gritó: «¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!». A lo que Unamuno le respondió: «Éste es el templo de la inteligencia. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta pero no convenceréis porque convencer significa persuadir y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho».

Aunque la esposa de Franco («La Collares») cogió, a la salida del acto, del brazo a Unamuno, y también le acompañó el Obispo, evitando de este modo que el incidente acabara en tragedia —pues el general Astray comenzó a mostrarse fuera de sus casillas y varios legionarios le esperaban a la salida para pegarle allí mismo cuatro o cuatrocientos tiros—, al día siguiente fue puesto bajo arresto domiciliario en su casa de la calle Bordadores, lugar donde fallecerá poco después, seguramente de pena, el 31 de diciembre de 1936. Os pongo una foto histórica de la salida de Don Miguel de Unamuno de la Univerdidad de Salamanca, para que os hagáis una idea. 

Por cierto que hará un mes, yendo en el automóvil desde Palencia a Ampudia, escuché por la radio esta versión que os he dado, con otros matices. No sé quién hablaba porque oí sólo una parte de aquella intervención radiofónica. Don Miguel de Unamuno en su arresto domiciliario se convirtió en un "apestado". Nadie, o muy pocos, fueron a visitarlo. Por miedo a que se supiese que habían ido a verlo, porque había personas "montando guardia" frente a su domicilio y quien iba visitarlo quedaba automáticamente "fichado". Ese 31 de diciembre fue un amigo, que tenía las llaves de su casa, y lo encontró dormido. No quiso molestarlo y permaneció largo rato, dando vueltas por la casa. Hasta que olió a chamuscado. Acudió a la habitación de Unamuno y se dio cuenta que había fallecido porque se estaban quemando, no sé si las sábanas, esta parte no la entendí del todo, debido al infiernillo que tenía, pues hacía un frío de espanto.

Pues bien, este brutal bramido millanastrayano de ¡muerte a la inteligencia! hizo que España se convirtiese, bajo las botas de los militares insurrectos, en un amplio y desolado campo de concentración, donde la burricie campó a sus anchas durante muchos años. Todos nuestros más conspicuos intelectuales y artistas, todos nuestros mejores profesionales y mentes preclaras o se fueron al exilio por piernas o fueron depurados en el mejor de los casos. Nos dice el autor en la página 32 de su libro que pocas especialidades médicas sufrieron tanto la dentellada de la represión como la psiquiatría. Es muy cierto. Por ello y ya para finalizar mi intervención quisiera recordar en el día de hoy, a modo de homenaje, a un pionero, a un médico de la otra orilla al que Albano en su libro cita sólo de pasada (sólo su nombre, en la página 33). Me refiero al bilbaíno doctor Ángel Garma, que además de neurólogo y psiquiatra fue el primer psicoanalista español. 

EL DOCTOR ÁNGEL JUAN GARMA ZUBIZARRETA 

Ángel Juan Garma Zubizarreta nació en Bilbao (Vizcaya) el 24 de junio de 1904. Su padres fueron Ángel Manuel Garma Setién y Cirila Zubizarreta de Aguirre. El padre había emigrado a Buenos Aires donde puso en marcha un próspero negocio de porcelanas junto con su hermano Salvador. En uno de sus frecuentes viajes a Bilbao, conoció a Cirila, con la que contrajo matrimonio poco después. El matrimonio tuvo tres hijos (de mayor a menor): Ángel, José María y María Teresa.

Cuando Ángel tenía cuatro años su madre se fue con su marido a Buenos Aires, llevándose consigo a la hija menor y dejando a sus dos hijos varones al cuidado de sus abuelos maternos (Cirilo Zubizarreta y Marcelina de Aguirre). A los pocos meses de llegar su madre a Buenos Aires, el padre murió en el almacén de la empresa en circunstancias muy extrañas (la versión oficial fue que se había suicidado pegándose dos tiros; qué raro parece, con uno solo hubiese sido suficiente). Siete meses después de la tragedia, Cirila Zubizarreta contrajo matrimonio con Salvador Garma, su cuñado. Cuando he leído lo anterior me ha hecho recordar la tragedia teatral que escribió el inmortal dramaturgo William Shakespeare en 1600-01: "Hamlet". Poco tiempo después el matrimonio se trasladó a vivir a Viena, residiendo en la Maria Teressen Strasse, muy cerca del domicilio y la consulta del doctor Sigmund Freud, sita en la Bergasse, número 19.

La ausencia de sus padres, sustituidos por sus abuelos maternos, no fue nada fácil para Ángel y su hermano José María. En el ínterin falleció su abuelo y se trasladaron ambos a un nuevo domicilio en Bilbao con su abuela. Cuando éste tenía nueve años, el matrimonio Cirila-Salvador volvió a Bilbao, recogió a sus dos hijos y se instalaron en Madrid donde se escolarizó en el colegio de los Jesuitas (hasta entonces Ángel, en Bilbao, tenía profesores particulares, entre los cuales se hallaban las clases de violín, que le disgustaban sobremanera). La brusca separación de su abuela Marcelina, a la que quería mucho, fue muy traumática para él. En ese colegio realizó el Bachiller con excelentes resultados.

A los diecisiete años inició sus estudios de Medicina en la Universidad Central, la actual Universidad Complutense de Madrid, y ya desde los comienzos pensó en dedicarse a la psiquiatría (eso, más o menos, me sucedió a mí). Tuvo insignes profesores como Santiago Ramón y Cajal, en unos años de ingente investigación sobre la teoría neuronal, siendo, durante cuatro años alumno interno en la cátedra de de Fisiología de Gregorio Marañón y Posadillo (de quien poseo sus Obras Completas en diez voluminosos tomos; me los traían los Reyes Magos de dos en dos cuando ya estudiaba Medicina) que ya tenía un especial conocimiento de las teorías freudianas. Todos ellos tenían una gran admiración por Ángel Garma, quien era muy apreciado como alumno por sus diversos profesores, entre los que se encontraban Juan Negrín y Juan Medinaveitia.

Acudía con frecuencia, como voluntario, al servicio de mujeres del manicomio de Ciempozuelos, viviendo junto a su hermano menor, José María Garma, en la Residencia de Estudiantes, buque insignia de la "Institución Libre de Enseñanza", fundada por Francisco Giner de los Ríos. Allí escuchó conferencias impartidas por personas ilustres que han pasado a la posteridad: Albert Einstein, Paul Valery, Jhon Keynes, Marie Curie o el arquitecto Le Corbousier.

También allí coincidió con Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Pepín Bello Lasierra, Pedro Garfias, José María Hinojosa y otros, con quienes se generó una importante complicidad intelectual. El Ateneo madrileño, el café "Gijón" o la Residencia de Estudiantes fueron lugares de encuentro de maestros consagrados y futuros artistas de la Generación del 27. Con García Lorca tuvo una amistad especial y como a Ángel le gustaba esquiar, acudió en varias ocasiones, a esquiar a Sierra Nevada y, después, quedaba con él en su ciudad, Granada. A Salvador Dalí le definió como "un autista", aludiendo a su comportamiento retraído y apocado, de una enorme timidez, que disimulaba bajo sus múltiples excentricidades, por las que terminó siendo expulsado de la Residencia de Estudiantes. Curiosamente fue Dalí quien le puso en contacto con Freud, cuando éste leía en voz alta o comentaba fragmentos, de memoria, de La Interpretación de los sueños. También estuvo con Severo Ochoa, quien dirigía un laboratorio en los sótanos de la Residencia y de quien aprendió mucho, según sus palabras.

Cuando obtuvo el grado de licenciatura de médico con la calificación de sobresaliente, en 1927, fue alumno de su profesor de psiquiatría y entonces director del manicomio de mujeres de Ciempozuelos, que él  hacía tiempo que frecuentaba: el doctor José Miguel Sacristán (a quien también cita Albano de Juan en su texto por haber sido unos de los muchos psiquiatras depurados), que era discípulo y amigo del eminente psiquiatra alemán Emil Kraepelin. A través de su enseñanza se inició en la nosografía psiquiátrica alemana, muy diferente y entonces enfrentada con la nosografía francesa. Animado por el doctor Sacristán, en ese mismo año de 1927, salió para Alemania para especializarse en neuropsiquiatría. Pasó un año en la Clínica de Tubinga, donde tuvo por maestro al entonces director y también eminente neuropsiquiatra Robert Gaupp, especialista en la psicosis paranoica y autor de una monografía muy conocida, tanto por los psiquiatras como por los psicoanalistas, llamada El Caso Wagner (Der Fall Wagner), del cual escribo en otro Escrito titulado «Paranoia y delirio», que es un comentario de la parte III de la tercera edición (reescrita y ampliada) del libro de José María Álvarez Estudios sobre la psicosis (2013).

En cuanto al doctor Robert Gaupp (1870-1953), que fue colaborador de E. Kraepelin en Heidelber, en 1914 redactó un impresionante informe médico, valiéndose de sus conversaciones con el maestro paranoico, pirómano y asesino múltiple Ernst Wagner, y el estudio pormenorizado de la autobiografía de este sujeto que lo tituló "El caso Wagner. Informe médico. A la vez que estudio de psiquiatría y psicología criminal". En 1920 lo publicó bajo el título de «El caso Wagner. Una catamnesis, a la vez que una aportación a la enseñanza de la paranoia». Fue publicado por vez primera en castellano gracias a la Asociación Española de Neuropsiquiatría, en 1998, con prólogo de José María Álvarez y epílogo de Fernando Colina (ambos son dos de los «alienistas del Pisuerga»).

Obtuvo el título de Neuropsiquiatra en 1929 por la Universidad de Tübingen.

Después realizó estudios de perfeccionamiento en Berlín, en la Clínica Universitaria del reconocido profesor Karl Ludwig Bonhoeffer (que se opuso, desde el primer momento, de modo radical, a las teorías de Freud). Bonhoeffer era muy conocido porque en 1907, a las psicosis confusionales de origen tóxico o infeccioso, que en la nosografía francesa se denominaban "confusión mental primitiva" (Chaslin) y posteriormente "delirio onírico" u "onirismo" (Régis) les dio el nombre de "reacciones exógenas". Ya expliqué anteriormente la rivalidad nosográfica entre las Escuelas Psiquiátricas francesa y alemana. No obstante fue allí donde conoció a una joven profesora, que practicaba el psicoanálisis, Micaela Fabian, quien le sugirió  que realizase una formación psicoanalítica. Pocos días después le llevó al prestigioso Instituto Psicoanalítico de Berlín, cuya dirección era ejercida por un discípulo de Freud: Max Eitingon, quien aceptó encantado la solicitud de matricularse en el mismo por parte de Ángel Garma.

Por esa época Berlín era el epicentro del movimiento psicoanalítico internacional y psiquiátrico. Voy a citar algunos nombres, los que creo son más conocidos por los psicoanalistas, pero también por personas ilustradas, ajenas, por tanto, a la profesión. Algunos de ellos compartieron los Seminarios que se impartían en el marco del Berliner Psychoanalytisches Institud (BPI) con él. Otros habían abandonado la senda trazada por Freud desde hacía tiempo: Franz Alexander, Frieda Fromm-Riechman, Wilhelm Reich, Segfrien Bernfeld, René Spitz, Carl Gustav Jung, George Groddeck, Erich Fromm, Alfred Adler, Hans Sachs, Anna Freud y Lou Andreas-Salomé.

Comenzó a psicoanalizarse con un psicoanalista "laico" (no era médico), Theodor Reik, y estableció una gran amistad con la que llamaba "su hermana de diván", Paula Heimann. Se psicoanalizó con Reik durante tres años. En 1931 obtuvo el diploma de estudios de grado como psicoanalista y fue admitido como miembro de la Asociación Psicoanalítica Alemana (y por tanto de la API) tras la presentación de su trabajo La realidad y el ello en la esquizofrenia. Fueron sus supervisores ("psicoanálisis de control" se llamaba por aquel entonces) Karen Horney y Otto Fenichel. Polemizó con Sigmund Freud y además se lo envió por correo. Freud le envió una postal en la que le decía: «Le agradezco mucho el envío de sus valiosos trabajos... (puedo leer fácilmente el español)... mis mejores deseos para su éxito en su patria». 

Regresó a Madrid, en noviembre de 1931 y lo que son las cosas de la vida: su hermano José María Garma, que había cursado los estudios de Arquitectura en Madrid, se trasladó a Berlín en 1932, a especializarse en Urbanización y Colonias y trabajó en el Ayuntamiento de Berlín en los nuevos problemas urbanísticos que se estaban presentando por aquella época. En 1934 acudió a la Escuela de Arquitectura de Londres (pensionado por la Residencia de Estudiantes de Madrid) donde completó sus estudios. Después regresó a Madrid y creó una empresa de construcción, llegando a ser  un empresario adinerado que se casó con la escritora  Antonia Olea.

Pero volvamos a Ángel Garma. Allí, en Madrid de nuevo, se integró en el ambiente cultural y científico dominante en los años previos al estallido de la "Guerra Incivil" (recuérdese que así fue como la llamó Miguel de Unamuno) y practicó el psicoanálisis como terapeuta y didacta. Como anécdota, el primer paciente que psicoanalizó en Madrid fue un hombre que padecía de una gran frustración y abatimiento psíquico por haber sido rechazado en sus pretensiones amorosas por Federico García Lorca. También ejerció como psiquiatra en el Tribunal Tutelar de Menores y fruto de esa experiencia publicó, posteriormente, el libro Psicoanálisis y Criminología. El ambiente psiquiátrico madrileño, con algunas excepciones (Jerónimo Molina Núñez, José Solís y Mariano Bustamante, quien, posteriormente, llegó a ser el primer director del Hospital Psiquiátrico de Zamudio-Vizcaya) era hostil a las teorías de Sigmund Freud, cuyas Obras Completas habían sido traducidas y publicadas en castellano, en 1922, gracias al admirable empuje y a la presión que José Ortega y Gasset realizó sobre el director de la editorial 'Biblioteca Nueva', quien además escribió su "Prólogo". Para documentarse más en este apartado, el lector puede ir al Post Scriptum de mi Escrito «Las dos autobiografías de Louis Althusser».

En 1932, como miembro de la API, fue invitado al XII Congreso Internacional de Psicoanálisis, celebrado en Wiesbaden (Alemania) presidido precisamente por Max Eitingon, su antiguo director de BPI, con el que había trabado una relación amistosa y se siguieron carteando tanto cuando estaba en España como luego, cuando estableció su residencia definitiva en Buenos Aires.

Contrajo matrimonio, en abril de 1935, en Burdeos, con Simone Mas y Camps, profesora de teatro, con quien tuvo dos hijas: una en Madrid (en febrero del 36), Lucinda, y otra ya en su exilio de Buenos Aires, Isabel. Ambas serían psicoanalistas. Estando veraneando en Francia (se fue de vacaciones el mismo día que asesinaron a Calvo Sotelo) recibió allí las noticias del golpe de Estado militar y decidió no volver a Madrid. Se estableció en Burdeos y posteriormente se trasladó a París. 

El doctor Ángel Garma publicó su primer libro, El psicoanálisis, las neurosis y la sociedad, que ya había salido por fascículos en la revista "Archivos de Neurobiología". Convertido en miembro de la Asociación de Neuropsiquiatría y de la Liga de Higiene Mental y como miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API) tenía la intención de fundar en Madrid la primera Sociedad Psicoanalítica Española, pero se lo impidió el Pronunciamiento Militar dado por el Ejército Africanista y sus secuaces peninsulares.

Los psiquiatras que se quedaron, tras la gran depuración por el nuevo Régimen y la diáspora psiquiátrica (su listado aburriría al lector pero es enorme y quizás algún día lo escriba), iniciaron un proceso de rectificación ideológica, desnaturalizando los progresos que había alcanzado la disciplina psiquiátrica hasta entonces. Baste recordar que José Antonio Vallejo-Nágera Lobón, por cierto nacido a exactamente 23,3 kilómetros de donde ahora mismo estoy escribiendo (en Paredes de Nava, 1888, Palencia), el primer catedrático de Psiquiatría de la Universidad madrileña (1947), que había estudiado Medicina en la Facultad donde yo mismo estudié (Valladolid), bajo el nuevo Régimen franquista. 

Como méritos para acceder a tan insigne puesto tenía ciertas investigaciones, publicadas, cualquier lector puede, gracias a Internet conocerlas, acerca de "La predisposición institucional al marxismo y sus bases psicológicas", utilizando como cobayas, en sus 'experimentos de laboratorio' a 50 presas políticas malagueñas y a 297 Brigadistas Internacionales encarcelados en Burgos. Esas investigaciones, ¡qué cabrón!, le llevaron a afirmar conclusiones como ésta: «Las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya las habíamos expuesto anteriormente [...] la segregación de esos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible» (en su obra "Biopsiquismo del fanatismo marxista"). Una de sus primeras publicaciones fue «Eugenesia de la Hispanidad. Regeneración de la raza» (Editorial Española, Burgos, 1937), publicación donde defendía, con ardor, la "eugenesia positiva" cuyo fin era ni más ni menos "multiplicar a los selectos y dejar que perezcan los débiles". Este comandante médico de la insurrección nazi-fascista, llegó a pedir, en unos de sus trabajos de "investigación", que se crease el Cuerpo Nacional de Inquisidores. Respecto de las mujeres decía: «A la mujer se le atrofia la inteligencia, como a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella».

Su tesis primordial era que el marxismo era una enfermedad mental, que existía un "gen rojo" (¡ay, los genes!, ¿pero cuál es el gen de la psicosis que tanto se proclama en esta época de pseudocientificismo que nos ha tocado vivir? ¿Alguien lo encontró? Que lo diga ya de una puñetera vez; ya está bien de especular en los medios de comunicación y en los otros medios, los neurobiologicistas. Nunca se encontrará, se lo aseguro a los lectores, porque la psicosis no está en los genes (cuerpo biológico) sino en el cuerpo de lo simbólico ('cuerpo sutil pero que es cuerpo', en palabras de Lacan, que no posee genes sino significantes) que hacía enfermar a las personas y que lo mejor era que los "rojos" no tuvieran descendencia o si la tenían se les debiera separar de sus padres. En 1938 publicó «Eugamia: selección de novias» (San Sebastián, Editorial Española) y en 1941: «Niños y jóvenes anormales», por supuesto en referencia a los/as hijos/as de los/as "rojos/as".

Un inciso. Como soy psiquiatra en el tiempo, antes de ser psicoanalista, y, sobre todo, una persona estudiosa desde pequeña, deseo contar a los lectores que fue Bénédict Agustin Morel (1809-1873), un neuropsiquiatra francés de gran renombre, quien introdujo el término de "degeneración mental", influido por las teorías pre-darwinianas. En realidad fue él quien introdujo el término de "demencie precoce", que fue plagiado por E. Kraepelin, de la escuela nosográfica alemana, con su término de "dementia praecox", en latín. En 1908 el psiquiatra suizo Eugene Breuer, cuyo asistente era Carl Gustav Jung, seguidor en sus comienzos de las teorías freudianas y después siempre muy amigo de Freud, creó un nuevo término nosográfico: "esquizofrenia" como definición más certera de esa supuesta enfermedad. Sigmund Freud luchó, denodadamente, durante su larga vida contra el término de "degeneración mental".

Padecí de estudiar a este filonazi, un vulgar psicópata (pero con "mando", que son los peores; Landrú era un ángel de la guarda al lado suyo), imitador de la eugenesia aria hitleriana, durante mi asignatura de la carrera universitaria "Psiquiatría". Yo, por aquel entonces no lo conocía, pero su texto, obligatorio para el estudio de la materia (la sexta edición de su "Introducción a la Psiquiatría", que aún conservo, publicada por la editorial Científico-Médica, Barcelona, 1971) me pareció de una simpleza insufrible. Recuerden los lectores que me apasionaba la psiquiatría. Por eso me dediqué a estudiar un "tocho", que el catedrático nos dio como opcional, de perfeccionamiento, en el estudio de la materia de 1.185 páginas: el "Tratado de Psiquiatría" (de Henri Ey, P. Bernard y CH. Brisset, Toray-Masson, S.A., Barcelona, 1969) que nadie, que yo supiese entonces, se compraba porque pensaban dirigir sus derroteros profesionales en otras materias cuando finalizasen su paso por la Facultad de Medicina. Con el de Vallejo-Nágera se aprobaba, era mucho más barato y facilito de estudiar. Obtuve un Sobresaliente y me quedé un tanto frustrado de no haber obtenido la Matrícula de Honor después de haber estudiado, tantas horas, esta asignatura. Si embargo, la obtuve en "Radiología y Terapética Física"... Bueno, tras estas notas autobiográficas, volvamos a Ángel Garma.

Allí, en París subsistió dando clases de castellano e intimó con Daniel Lagache y René Laforgue. Comenzó a practicar el psicoanálisis y supervisó la formación psicoanalítica de Françoise Dolto. También conoció a la princesa (por su matrimonio con el rey Jorje I de Grecia) sobrina-biznieta de Napoleón Bonaparte, Marie Bonaparte, una discípula de Freud, y psicoanalista también, con quien se carteó en adelante. Por mediación del gallego Juan Rof Carballo (del cual también escribo en el Post Scriptum  de «Las dos autobiografías de Louis Althusser») conoció y se hizo muy amigo del psiquiatra argentino Celes Ernesto Cárcamo que estaba en París formándose como psicoanalista y que llegó a ser miembro de la Société Psychanalytique de París (SPP). Ambos se hicieron muy amigos y soñaban con volver a la Argentina para difundir, desde allí, las teorías de Freud en Hispanoamérica. 

Llegó a Buenos Aires, por vía marítima, precisamente el día de su treintaicuatroavo cumpleaños, el 24 de junio de 1938, instalándose en Buenos Aires, ciudad en la que disponía de varios bienes, heredados de su padre. que le facilitaron su estancia durante los primeros años, durante los cuales se puso a la tarea de revalidar su título de médico en la Universidad Nacional de la Plata, cosa que logró en 1940, realizando una tesis doctoral sobre Psicoanálisis de los sueños. Ver un escaneado del libro al final.

Allí, en Buenos Aires, se estaba produciendo, por aquellos años, la mayor confección de libros de todo el mundo, por parte de múltiples editoriales, que acogieron de manera calurosa los ensayos de Ángel Garma, así como de otros exiliados psiquiatras, cercanos a las teorías psicoanalíticas, aunque no practicasen el psicoanálisis, como es el caso de  Emilio Mira i López y Luis Jiménez de Asúa.

El día 15 de agosto de 1942, en medio de una tremenda tensión militar, debida a la Guerra Mundial que se estaba desarrollando en Europa, cuatro hombres y una mujer, todos médicos, fundaron la «Asociación Psicoanalítica Argentina» (APA). Ya el año anterior, Ernest Jones (el biógrafo oficial de Sigmund Freud, que había fallecido en su exilio de Londres el 23 de septiembre de 1939), a la sazón presidente de la API, les animó por carta, a Garma y a Cárcamo, ambos miembros de esa Asociación, a que iniciasen allí la fundación de una Sociedad Psicoanalítica.

Me referiré, de modo sucinto, a cada uno de ellos pues para la Causa Freudiana constituye una efemérides histórica.

Arnaldo Rascovsky, nacido en Córdoba (Argentina), que provenía de una familia de emigrantes rusos judíos y que trabajaba en el servicio de Neurología, Psiquiatría y Endocrinología del Hospital Infantil "Ricardo Gutiérrez" en Buenos Aires.

Enrique Pichon Rivière, nacido en Ginebra (Suiza), también hijo de emigrantes, que ejercía su labor profesional en el Hospicio de Las Mercedes, que era el actual Hospital Psiquiátrico "Borda".

Marie Langer (alias 'Mimi' Langer), una joven médica vienesa (que de niña soñaba con ser enfermera), quien se había psicoanalizado con el psicoanalista Richard Sterba en Viena y que estaba acudiendo al Instituto Psicoanalítico de Viena. Ante la persecución nazi, abandonó Austria y, afiliándose al Partido Comunista, acudió a luchar a la Guerra Civil Española como Brigadista Internacional, junto con su marido, también médico, Max Langer. Ambos ejercieron de anestesistas en el frente de batalla. Cuando el Ejército republicano fue derrotado, se fueron a Uruguay y, posteriormente, a Buenos Aires en 1942. Allí conoció a Ángel Garma y se unió a sus filas (ya no bélicas sino psicoanalíticas). En 1974 también se tuvo que volver a exiliar a México, amenazada de muerte como estaba por la siniestra y asesina "Triple A" (Alianza Anticomunista Argentina). Una vida pero que muy azarosa la de esta mujer, que fue llevada a la pantalla en 2003: «La novela de las memorias», de Corina Wichmann. Poseo un libro suyo publicado en el año de mi nacimiento (1951): «Maternidad y sexo. Un estudio psicoanalítico y psicosomático». Ver al final una foto suya.

Celes Ernesto Cárcamo, de quien ya nos hemos ocupado anteriormente, por su amistad parisina con Ángel Garma. Era miembro de una familia de terratenientes, de ascendencia vasca. También era miembro de la API, como él, y que regresó a Buenos Aires en 1939, trabajando en el Hospital de Clínicas y después en el Hospital Duran.

Osvaldo Guillermo Ferrari Hardoy, que era otorrinolaringólogo en el mismo Hospital Infantil "Ricardo Gutiérrez", donde ejercía Rascovsky y que en 1945 viajó a los Estados Unidos, desligándose, pues, del grupo fundacional.

Un año después (1943) la Asociación comenzó a publicar Revista de Psicoanálisis, la primera publicación periódica psicoanalítica en español del mundo, que se vendía, de modo profuso, en las librerías de Buenos Aires. Llegó a tener tanta difusión que terminó vendiéndose en los quioscos de prensa, tal era la fama que había llegado a adquirir. En la actualidad se sigue publicando.

En 1946 se fundó el «Instituto Psicoanalítico de Buenos Aires», bajo el manto de la APA, como centro de docencia del psicoanálisis, inspirado en el de Berlín, donde recordará el lector que se formó Ángel Garma. Ofrecía tres tipos de actividades: el "psicoanálisis didáctico" (así se llamaba entonces cuando el sujeto psicoanalizado tenía el deseo de llegar a ser psicoanalista), los Seminarios y los controles o supervisiones de los noveles psicoanalistas practicantes. El director, por supuesto, era el doctor Garma.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Ángel Garma acudió, junto a Elisabeth ('Betty') Goode, una uruguaya que vivía en Buenos Aires, psicoanalista infantil, que se había analizado con Marie Langer, al primer Congreso Internacional de Psicoanálisis que hubo tras la postguerra (el XVI) que se realizó en Zúrich en el año 1949. El anterior a esta Guerra se había reunido en París, en el año 1938, bajo la presidencia del omnipresente psicoanalista galés Ernst Jones. Por cierto que este último Congreso al que me refiero, el de Zúrich, fue el último Congreso que presidió ya que el siguiente, en 1951, celebrado en Amsterdam (Holanda) fue presidido por el psicoanalista norteamericano Leo H. Bartemeier. 

Lo que sucedió durante este viaje que realizaron juntos desde Buenos Aires a Europa no se sabe. El caso es que se enamoraron perdidamente el uno de la otra y la otra del uno. Posteriormente, su hija Carmen Garma presentó su particular versión, pero no olvidemos que es la versión de una hija afectada por el complejo edípico. Ya digo, lo real de lo sucedido no se sabe ni se sabrá nunca. Así que invito al/la lector/a de este escrito a que deje volar libremente su imaginación, que es muy bueno mientras no haya exceso porque éste termina trayendo no muy buenas consecuencias.

Una dosis de obsesión mejora a la histeria y otra de histeria es el remedio contra la obsesión. El lenguaje fundamental de la neurosis, lo dijo Sigmund Freud y después ha sido repetido el mismo libreto con diversas variaciones musicales, es el discurso histérico (Lacan trazó matemas sobre él). El lenguaje obsesivo no es más que un dialecto. En cuanto a la fobia sólo decir que Freud la denominó "histeria de angustia". La histeria alegra a la obsesión. La obsesión atempera a la histeria. La fobia (Lacan) es sólo una "placa giratoria".

Bueno, tras estos incisos que me vinieron mientras escribía, volvamos a la historia oficial. El caso es que acudieron, poco después, a casarse a México. Con posteridad, cuando el general Perón permitió el divorcio, en 1952, formalizaron su matrimonio en Buenos Aires. Fruto de estas segundas nupcias nació Carmen, que se dedicó al psicoanálisis infantil, como su madre.

En 1955, acudió a Barcelona, con motivo de  la celebración del Primer Congreso Iberoamericano de intercambio médico-psicológico, en un programa de apoyo al psicoanálisis en España.

En 1987, en el marco del II Congreso Mundial Vasco, se celebró un Symposium sobre el "Diagnóstico en Psiquiatría", en el que estuvieron presentes más de un centenar de psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas, el cual contó con la presencia de Ángel y Betty Garma el día de su Clausura.

En diciembre de de 1989, su penúltimo viaje a Bilbao, fueron recibidos en el Salón árabe de su Ayuntamiento por la Corporación Municipal y fue nombrado "Hijo Predilecto de Bilbao".

En 1990, visitó Madrid, vía Bilbao, para recibir la ‘Orden de Isabel la Católica’ de manos (él siempre fue republicano, qué cosas tan raras tiene la vida) del mismísimo rey de España -Juan Carlos I- acompañado de su inseparable Betty (ver una foto de ambos), con quien mantuvo una larga conversación privada. A la salida, un numeroso grupo de periodistas le interrogó acerca de si el rey Juan Carlos I le había contado algún sueño. Ángel Garma no respondió y dijo que no se acordaba.

Es de reseñar que el doctor Garma, en la última década de su vida, dejó de escribir por la aparición de una enfermedad neurodegenerativa, descrita por vez primera por el doctor inglés James Parkinson, en 1817, a la que denominó "parálisis agitante". Fue Jean Martin Charcot, el famoso neurólogo francés, maestro de Sigmund Freud en cuestiones de histeria, quien fijó el término de "enfermedad de Parkinson" sesenta años después del descubrimiento de esa cruel y despiadada enfermedad neurológica. Dicho padecimiento le dificultaba los movimientos, el habla y la deglución.  

Ángel Garma falleció en la ciudad de Buenos Aires el 29 de enero de 1993, a los 89 años de edad; ostentaba el cargo de Vicepresidente de Honor de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), cargo en el que había sucedido a Anna Freud.

En febrero de 1994 se cumplió su postrer deseo: que sus cenizas fueran esparcidas en El Abra de la ría de Bilbao, pues quería reposar allí. Betty Garma, la que fue su fiel compañera, y muchos amigos y seguidores alquilaron una embarcación de las utilizadas para el pasaje entre Las Arenas y Portugalete, yendo por El Abra hasta la bocana del puerto. Durante el trayecto tod@s lloraban sobrecogid@s y añorantes de su genial persona. Betty Garma arrojó, entre sollozos, finalmente, un ramo de flores.

También poseo otro libro de Ángel Garma: Psicoanálisis del dolor de cabeza, Editorial Paidós, 1970, Buenos Aires, Biblioteca del hombre contemporáneo (que adquirí en Palencia, en el Paseo de Isabel II, con motivo de ir rebuscando libros antiguos en una Feria del Libro Antiguo y de Ocasión). En ese libro aprendí una palabra nueva para mi, que soy médico desde 1975: "cefaleico". Claro, el que padece cefaleas o cefalalgias, que también se llaman así, pero desconocía el significante que designa al sujeto que padece tan, a veces atroz, síntoma.

Pero, como nos cuenta Albano de Juan en su libro, hubo otros muchos médicos «de la otra orilla» que no tuvieron la suerte, al fin y al cabo, de ver reconocida su lucha por una sociedad más justa, solidaria y libre, más democrática e ilustrada, más abierta a lo nuevo. Todavía están enterrados de modo infame, como si fueran alimañas, en cientos de fosas comunes y cunetas de las carreteras españolas, muchos hombres y mujeres que, desde hace setenta años, claman a diario ante nuestras conciencias por reposar en un sitio más digno. Yo creo que en verdad se lo merecen; es responsabilidad de todos que esto ocurra.

 El doctor Albano de Juan ha puesto un enorme grano de arena con este libro en donde ha indagado acerca de la verdad histórica que nos precedió y ha contribuido, por tanto, con ello a la superación del trauma que causó esta lucha fratricida en muchas familias españolas, porque —como escribió el médico, escritor y profesor Pedro Laín Entralgo, al que admiro desde que estudié su libro El médico y el enfermo (Biblioteca para el Hombre Actual, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1969) en mi asignatura de la carrera "Psicología Médica" y de quien tengo nueve de libros— «el trauma de la guerra civil, como todo trauma que afecte al orden psíquico, solamente podrá ser olvidado después de haber conocido, de modo íntegro, la verdad de lo que fue». 

***Intervención durante el  transcurso de la presentación del libro ‘Los médicos de la otra orilla’, del doctor Albano de Juan, auspiciada por la Biblioteca de Psicoanálisis de Orientación Lacaniana Castilla y León (BOL-CyL) y por la Sede de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) en Castilla y León. Realizada en el Centro Françoise Dolto de Palencia el 14 de diciembre de 2007. Fue publicada en el número 16 de «ANÁLISIS. Revista de Psicoanálisis y Cultura de Castilla y León». Junio de 2008. 

POST SCRIPTUM

¡Qué casualidades y meandros que tiene esta vida!

Cuando leí este libro de Albano de Juan, tras ser publicado en la editorial «Cálamo» palentina, es decir, en 2005, no podía imaginar que, a partir del 1º de agosto de 2008, iba a residir en Ampudia, aunque he seguido trabajando, ininterrumpidamente, en mi consulta particular de psiquiatría y psicoanálisis de Palencia, en la calle Los Soldados, nº 20.

Hará unos cuatro o cinco años, no lo recuerdo con exactitud, que releí el libro de Albano —ya residiendo, pues, en Ampudia— y me encontré con la sorpresa de que un médico ampudiano, llamado Luis Martín Gromaz, no tuvo otra salida que el exilio para escapar de una muerte anunciada, como luego veremos.

¡Coño! —me dije—. ¡Un médico ampudiano de la «otra orilla»!

Poco tiempo después se lo comenté — esto sí que lo recuerdo con exactitud— mientras esperábamos, en compañía de otras personas interesadas en la Astronomía, el máximo bombardeo de las Perseidas, a mi amiga, la doctora María José Barriga —ampudiana de pro— y me dijo que ya lo sabía, pues había leído, tiempo atrás, el libro Los médicos de la otra orilla

ALGUNAS PINCELADAS BIOGRÁFICAS SOBRE EL DOCTOR LUIS MARTÍN GROMAZ, EXTRAÍDAS DEL LIBRO DE ALBANO DE JUAN 

Luis Martín Gromaz nació en Ampudia de Campos el 10 de octubre de 1891. Fue hijo de Isacio, agricultor, y de Josefa, maestra entonces de la villa.

En septiembre de 1901 se traslada a Palencia para estudiar el Bachiller, aprobando la Reválida del mismo en junio de 1907.

En octubre de ese mismo año comienza sus estudios universitarios en la Facultad de Medicina de Valladolid, aprobando todas las asignaturas de la carrera en primera convocatoria con un buen expediente académico. Su examen de grado de Licenciado, realizado el 8 de junio de 1914, versó sobre la úlcera redonda del estómago y el tratamiento del hidrocele.

Ese mismo año se presentó a las oposiciones para Sanidad Militar.

En enero de 1915 sufre una grave neumonía que le pone al borde de la muerte, llegando a recibir el viático en el hospital militar de Burgos, donde fue ingresado. Sin embargo superó el trance y celebró su recuperación con una opípara comida en compañía de sus amigos más íntimos.

Regresa a Palencia en 1923, fecha de su colegiación, tras once años de ejercicio profesional de médico militar, desempeñando el cargo de médico del cuerpo de la Armada en situación de disponibilidad y en ejercicio libre de la profesión con Medalla de Marruecos, con Pasador de Larache y Melilla, y Cruz Blanca del Mérito Militar, tal y como manifiesta en la hoja de inscripción.

Ejerce la especialidad de Otorrinolaringología, siendo el primero que practica esta especialidad como tal en Palencia. Tenía situada su consulta en el Patio del Castaño.

Persona de gran corazón, solidario, no dudaba, no sólo en no cobrar sus honorarios a los necesitados sino que, en muchas ocasiones, los socorría económicamente.

Hombre culto e intelectual, participó de modo activo en mantener independiente el Ateneo de Palencia —los Ateneos, siendo instituciones culturales, eran también foros de diálogo político y plataformas de espíritu liberal y republicano preferentemente—. Fue vocal de la Sección de Ciencias del Ateneo de Palencia durante el curso 1924, año en el que Boletín del Colegio Oficial de Médicos de Palencia se hace eco de su ascenso a comandante y del nombramiento como presidente de la Sección de Ciencias del Ateneo palentino durante el curso académico 1925-1926. Por cierto, que ése fue el último año de existencia del «Ateneo Científico, Literario y Artístico de Palencia» (fundado por el historiador Ricardo Becerro de Bengoa en 1876 y que pervivió hasta 1926, cuando la Dictadura de Primo de Rivera, ya bajo el Directorio Civil, acabó con él). Recientemente (el año pasado) ha sido refundado, gracias a una serie de personas comprometidas. 

Publica, en el Boletín del Colegio de Médicos, un trabajo sobre «Un caso de larvas de mosca vivas en el oído» y sobre las ventajas de la Esofagoscopia.

Preocupado por el equipamiento sanitario de Palencia, redacta un escrito en 1930 sobre la situación del Hospital de San Bernabé, denunciando que carece de los medios más elementales de exploración propios de un establecimiento de esta índole. Curiosamente, unos meses más tarde, se remodela el hospital inaugurándose nuevas salas de cirugía, radiología y electroterapia.

El estallido de la Guerra Civil le llevará directamente a la cárcel.

Tras un intento de excarcelación por parte de algunos falangistas para fusilarle pues dos de los encarcelados que salían a hacer trabajos externos oyeron cómo los falangistas, de guardia en la cárcel, hablaban entre sí de que esa noche lo iban a «sacar» (lo de las «sacas» y «paseos» es bien conocido)  a Luis Martín Gromaz, por lo que lo pusieron, de modo inmediato, en conocimiento del interesado. Llegado el momento, éste se hizo fuerte en la Enfermería de la cárcel, con un bisturí en la mano, negándose a salir pues sabía lo que le esperaba. Pocos días después sale de la cárcel, acompañado por un capitán del Ejército (que tenía más mando que los falangistas que se dedicaban al asesinato) que le llevó, directamente, hasta la estación de la RENFE, consiguiendo pasarse, más tarde, a las líneas republicanas.

En 1938 fue nombrado jefe del hospital de la Marina de Cartagena. Recuérdese que la Armada permaneció fiel a la República. Marchó a Argelia para, desde allí, llegar a Valencia y, posteriormente, a Tijuana, en México, donde trabajó en la «Benéfica Hispana», institución que atendía, gratuitamente, a los exiliados republicanos españoles.

Permaneció en México hasta que pasados los años regresó, ya muy enfermo, a España, estableciendo su domicilio en Villafranca del Bierzo, lugar donde vivió sus últimos días, acompañado de su mujer.

La inexplicable salida de la cárcel de Luis Martín Gromaz parece que fue propiciada por su hermano Francisco, prohombre del Régimen y director de la Naval de Reinosa, que, sin embargo, no pudo evitar que, como represalia, retiraran en Ampudia los rótulos de la calle Josefa Gromaz, su madre, puesta en reconocimiento a su excelente labor como maestra.

Por mi parte, ignoro la fecha y las circunstancias que rodearon la reposición de la calle de Dña. Josefa Gromaz porque, hace nueve años, cuando llegué a Ampudia, formaba ya parte del callejero.