EL «COMITÉ SECRETO» DE LA IPA (1913 - 1927)

La constitución de este Comité comenzó a gestarse tras una conversación mantenida en Viena, en el mes de julio de 1912, entre Ernest Jones y Sándor Ferenczi, mientras Sigmund Freud se encontraba veraneando en el balneario de Karlsbad. Ambos estuvieron conversando acerca de las últimas «movidas» que habían ocurrido en el seno de la organización psicoanalítica —tanto en la Asociación Psicoanalítica de Viena, protagonizada primero por Alfred Adler y sus seguidores en 1911 (quien, tras publicar un artículo contra los, por aquel entonces, conceptos fundamentales del psicoanálisis, fundó una Escuela llamada de «Psicología Individual») y después por Wilhem Stekel (que fue quien acuñó el término «parafilia» en sustitución del de «perversión») como en la International Psychoanalytical Association (IPA) (fundada en marzo de 1910, durante el II Congreso Internacional de Psicoanálisis que fue realizado en Nuremberg), que aún se encontraba presidida por un Karl Gustav Jung que, prácticamente, no se hablaba con Freud y que negaba, abiertamente, dos principios fundamentales de la teoría que éste estaba elaborando: la existencia de la sexualidad infantil y la importancia del trauma psíquico durante la infancia en la etiología de las neurosis.

Se esperaba, pues, una inminente defección de Jung, como efectivamente así ocurrió poco después —en 1913, para fundar su escuela de «Psicología Analítica», también conocida como «Psicología de los complejos» y «Psicología Profunda»—. La última correspondencia postal entre ambos se produjo en el mes de agosto de 1914, recién estallada la Primera Guerra Mundial.

La salida tanto de Adler como de Stekel se debió, entre otras cuestiones, a rivalidades celosas de los «vieneses» —los de la «Sociedad Psicológica de los Miércoles», fundada en 1902— contra los «suizos», que se incorporaron después, encabezados por un C. G. Jung a quien Freud colmaba de atenciones, y ambos se metían de modo sistemático con él tanto en sus comentarios como cuando éste aparecía por allí.

Antes de que se fueran, Freud escribió de ellos: Adler y Stekel me han hecho pasar terribles momentos. Esperaba que llegaríamos a una franca separación, pero la cosa continúa; y, sin dejar de pensar que no hay nada que hacer, me veo obligado a continuar penando. A veces todo me parecía más agradable cuando estaba solo. No hacen más que molestarme los dos, que continúan hacia atrás a pasos acelerados y van a acabar negando la existencia del inconsciente.

E. Jones le propuso a Ferenczi crear en torno al maestro una “Vieja Guardia” que le procurase seguridad y tranquilidad en caso de que se produjesen nuevas disensiones. Este grupo, una especie de guardia pretoriana en derredor de Freud, debía mantenerse fiel a los principios fundamentales del psicoanálisis, es decir: la existencia de un psiquismo inconsciente, el concepto de la represión y la realidad de la sexualidad infantil. Por supuesto, debía ser una especie de sociedad secreta dentro del mismo movimiento psicoanalítico. Jones relató posteriormente que esa inspiración romántica de ser los "paladines de Carlomagno", de crear un grupo selectivo y secreto, le vino de sus lecturas juveniles.

Una vez trazado el plan, se lo comunicaron a Otto Rank y éste estuvo muy de acuerdo. Entonces, el galés Jones escribió a Freud para ponerle al tanto de aquello que habían ideado. En la carta de respuesta, fechada el 1 de agosto de 1912, Freud se mostró entusiasmado con la idea y le dijo a su corresponsal lo siguiente:

Lo que captó definitivamente mi imaginación fue su idea de un comité secreto compuesto por los mejores y más fiables de entre nosotros que puedan tomar a sus expensas el futuro desarrollo del psicoanálisis y que defiendan la Causa contra accidentes y personas cuando yo no esté. Dijo usted que fue Ferenczi quien manifestó la idea, aunque pudo ser mía si estuviésemos en mejores tiempos, cuando esperaba que Jung podría concitar un círculo de este tipo alrededor de sí compuesto por los presidentes de las asociaciones locales. Ahora lamento tener que decir que una asociación así ha de formarse independientemente de Jung y de los presidentes electos. Deseo manifestar que sería más fácil para mí vivir y morir si sé que una asociación de este tipo es guardián de mi creación. Soy consciente de que existe un elemento infantil y tal vez romántico en este proyecto, pero quizás se pueda adaptar a las necesidades de la realidad. Dejaré que fluya mi fantasía y le legaré a usted la función del Censor. En primer lugar, tanto la existencia como la acción de ese Comité deberán constituir un secreto absoluto. Podría estar compuesto por usted, Ferenczi y Rank, entre quienes ha surgido esta idea. Sachs, en quien tengo una confianza ilimitada a pesar de lo poco que nos hemos conocido, y Abraham podrían ser incorporados más tarde, siempre y cuando todos estén de acuerdo. Por mi parte será mejor que me mantenga al margen de sus promesas y compromisos mutuos: tenga la seguridad de que mantendré el más absoluto secreto y me sentiré agradecido por todo lo que ustedes quieran comunicarme. Cualesquiera sean las cosas que el correr del tiempo nos depare, bien puede ser que el futuro portavoz y dirigente del movimiento psicoanalítico salga de este pequeño, pero selecto, grupo de hombres, en quienes estoy aún dispuesto a confiar, a pesar de mis recientes decepciones con la gente.

Tras estas consignas recibidas por parte de Freud, Jones se puso en contacto con Hans Sachs, que era su amigo más antiguo e íntimo de Viena, y Ferenczi y Rank se fueron a Berlín para exponerle los planes que tenían a Karl Abraham, quien de inmediato aceptó la idea.

El Comité se reunió formalmente por primera vez, en pleno, el 25 de mayo de 1913. Freud, que en esos momentos contaba 57 años de edad, celebró el acontecimiento obsequiándolos a cada uno de los cinco elegidos con unos antiguos camafeos griegos de su colección particular de antigüedades, que posteriormente todos ellos engarzarían en anillos de oro. Freud llevaría —hasta que se lo regaló a Max Eitingon como posteriormente veremos— un camafeo greco-romano con la cabeza de Zeus-Júpiter. Ernest Jones fue nombrado presidente de este Comité Secreto recién constituido, que también recibió el sobrenombre de Ring (anillo).

Poco después de la ruptura definitiva con Jung, acaecida en septiembre de 1913 durante el IV Congreso Internacional celebrado en Múnich, Freud le dijo a K. Abraham en una carta fechada el 10 de diciembre —en clara referencia a los cinco miembros del Comité Secreto— lo siguiente: No se figura la alegría que me causa la colaboración de cinco personas como ustedes.

Este círculo se amplió tras la I Guerra Mundial con la entrada de Anton von Freund, un rico cervecero vienés filósofo a quien Freud curó de una neurosis y éste, agradecido, se convirtió en mecenas de la Causa Psicoanalítica. Gracias a él pudo fundarse la editorial Internationaler Psychoanalytischer Verlag, cuyo primer director fue Otto Rank. Anton von Freund moriría un tiempo después, en enero de 1920, víctima de un cáncer testicular. Cuando se encontraba ya muy enfermo, su puesto —por sugerencia de él mismo durante una reunión mantenida en el Hotel Regina de Viena— fue ocupado por Max Eitingon a quien Freud le comunicó en una carta fechada el 22 de octubre de 1919, en la que le ponía al tanto de la existencia del Comité Secreto, lo siguiente: [...] el secreto de este Comité es que me ha sacado de encima el peso enorme de la preocupación por el futuro, de modo que yo ya puedo proseguir con tranquilidad mi camino hasta el fin.

Aunque en sus últimas voluntades Anton von Freund había dispuesto que tras su fallecimiento le fuese entregado su anillo del Comité, su viuda no quiso desprenderse de él de ninguna de las maneras, así que Freud se quitó su anillo-camafeo y se lo entregó a M. Eitingon.

Freud entregó otro anillo a su hija Anna en mayo de 1920 y, según Jones, posteriormente les fue también regalado a Lou-Andreas Salomé, a la princesa de Grecia, Marie Bonaparte —psicoanalistas mujeres muy influyentes y respetadas— y a su esposa (Katherine Jolk).

Tras unos años en los que las actividades de este Comité fueron frenéticas, con circulares semanales entre ellos, la luminosa camaradería inicial se fue oscureciendo de modo paulatino y afloraron las rencillas y las rivalidades, acumuladas largamente, entre sus diversos miembros. En 1923, tras del diagnóstico del cáncer bucal padecido por Freud —cito a Jones— La armonía que había prevalecido durante cerca de una década habría de verse perturbada y de una manera bastante grave. Comenzó a mostrar su cabeza el espíritu maligno de la disensión y el Comité, tan importante para la tranquilidad del espíritu de Freud, empezó a mostrar signos de desintegración. Por espacio de varios meses dejó realmente de funcionar. No es de extrañar que esta calamidad haya sido para Freud un motivo de honda desazón, especialmente por cuanto coincidía con los comienzos de lo que, indudablemente para él, habría de ser una enfermedad fatal de su organismo.

La última reunión del Comité, en la que estuvieron todos sus miembros, aconteció en la última semana del mes de agosto de 1923. Se reunieron en San Cristoforo, junto al lago Caldonazzo, en los Dolomitas —en la actualidad, pertenecen a la provincia italiana de Trento, no así entonces— para estar cerca de Freud, quien en esos momentos se encontraba en Lavarone, seiscientos metros más arriba, aún reponiéndose de la chapucera operación quirúrgica a que le había sometido el rinólogo Marcus Hajek el día 20 de abril anterior. Todos sabían que tenía cáncer menos Freud; una carta que Jones escribe a su esposa el 26 de agosto desde San Cristoforo lo da a entender muy bien: La novedad principal es que F. tiene un cáncer real, en lento crecimiento, y puede durar años. Él no lo sabe y esto es un secreto absoluto.

Esta reunión del Comité en San Cristoforo fue propuesta por el mismo Freud, quien, preocupado por las inquinas personales que existían entre sus más apreciados discípulos, los animó a realizar la experiencia de estar un tiempo juntos, conviviendo, para tratar de restablecer la armonía sin su intervención. Quedaron que en caso de acompañarles el éxito, él se uniría a ellos más tarde.

Durante estos días estuvieron reprochándose cosas unos a otros. Rank llegó a pedir la expulsión de Jones del Comité. La razón que esgrimió fue que Ferenczi le había contado que, a su vez, Abraham A. Brill le había contado que Jones le había calificado de “judío estafador”; al parecer K. Abraham defendió a Jones y Rank tuvo un arranque incontrolable de cólera y se armó la marimorena. Así es que la experiencia comunitaria acabó como el rosario de la aurora: el 28 de agosto le informó Jones por carta a su esposa que [...] los miembros del Comité habían pasado horas hablando y vociferando, hasta que me pareció que me encontraba en un manicomio.

No obstante no haber llegado a un arreglo, Freud se unió a ellos después y parece ser que se esforzó, sin ningún éxito, en lograr un ambiente de camaradería y algún grado de reconciliación. Los médicos del Comité (que sabían por Felix Deutsch, el médico personal de Freud, de la malignidad de la lesión padecida por éste y observaban la mala pinta y la inflamación que tenía el lugar donde le había sido extirpada la excrecencia bucal y las dificultades que presentaba para tragar) trataron de convencerle para que regresara a Viena a continuación, pero Freud no les hizo ningún caso y prefirió marcharse a Roma, que siempre ‘le tiró’ mucho, con su hija Anna. En el mes de septiembre, finalmente, se le comunicaría la verdad sobre el alcance de su supuesta leucoplasia bucal —Freud, muy enfadado, terminó rompiendo con F. Deutsch, mandándole lieralmente a la mierda, por no habérselo dicho en su momento— y terminaría siendo sometido a dos intervenciones de cirugía radical (los días 4 y 12 de octubre de 1923) sobre su maxilar superior derecho por parte del eminente cirujano bucal Hans Pichler.

Después del X Congreso Internacional celebrado en Innsbruck, en el mes de septiembre de 1927, el Comité fue formalmente disuelto y pasó a convertirse en un grupo —ya no privado ni secreto— de dirigentes de la Asociación Internacional de Psicoanálisis.

Un año después, en una carta enviada por Freud, el 11 de noviembre de 1928, a Ernst Simmel le cuenta:
[…] Alguna vez estos anillos fueron un privilegio y un distintivo de un grupo de personas que se sabían unidas en su consagración al psicoanálisis, y que como “comité secreto” prometieron velar por su desarrollo y cultivar entre ellos una especie de hermandad analítica. Pero Rank rompió el encantamiento. Su secesión y la muerte de Abraham significaron la disolución del Comité.

Se supo por vez primera de la existencia de este Comité Secreto por las revelaciones realizadas por Hans Sachs en 1944, tres años antes de morir; las cartas circulares que se intercambiaron entre sus miembros se encuentran depositadas en la Universidad de Columbia (Nueva York) y han sido publicadas en dos volúmenes.

ADICIÓN POSTERIOR

Como ya no tengo la premura de resumir, mientras repaso este texto que escribí y leí hace ya más de once años y que será publicado en nuestra Revista, voy a contar algo más a los/as lectores/as, ya que conozco muy bien la vida y la obra de Freud por haberle estudiado durante muchos años.

En la primera intervención quirúrgica que relaté sucedió lo siguiente: Freud fue solo, a media mañana, a la Clínica de Marcus Hajek, sin decirles nada a Martha (su esposa) ni a su hija (Anna). Por la tarde recibieron éstas una llamada telefónica de la Clínica urgiéndolas a que acudiesen y llevasen lo necesario para que su esposo y padre quedase ingresado en ella.

Cuando llegaron allí le encontraron en la sala de la consulta, con su ropa llena de sangre, sentado en una silla de cocina. Al parecer, les informaron, la intervención quirúrgica se había complicado y había tenido una hemorragia tan violenta que lo mejor era que se quedase ingresado en dicha Clínica. Como en esos momentos en el hospital no había ninguna cama libre, le acomodaron, en una pequeña camilla, en la habitación de una persona que padecía enanismo e idiocia (idiotez).

En el almuerzo del día siguiente, ambas mujeres fueron invitadas a salir de la habitación ya que estaban prohibidas, de modo estricto, durante ese tiempo las visitas. Martha se fue a su casa de la Bergasse y Anna se dio un paseo. Cuando esta última regresó, hora y media después, se enteró del drama que había sucedido: su padre había sufrido una segunda y severa hemorragia y había llamado (en busca de socorro) por el timbre, pero resultó que éste no funcionaba y Freud no podía hablar ni gritar. Su compañero de habitación, el enano, supuesto idiota, al ver lo que estaba sucediendo, salió disparado en busca de ayuda. Gracias a ello la hemorragia pudo ser contenida a tiempo. Si no llega a ser por su compañero de habitación, Sigmund Freud hubiese muerto desangrado.

Un poco más de su ruptura con su médico personal (Felix Deutsch) por ir contando por ahí lo que a él, como paciente suyo, no contó. En 1928 se puso en manos del doctor Max Schur, que fue su médico personal en adelante hasta su muerte y quien le practicó una ‘buena muerte’ en su exilio de Londres el 23 de septiembre de 1939, cuando tras 33 intervenciones quirúrgicas y múltiples sesiones de radioterapia, el hedor que desprendía su proceso neoplásico (sus queridas perras chows, "Lin-Yug" y "Jo-Fi", no entraban siquiera a su habitación) y los lancinantes dolores, hubo que poner punto final. Max Schur, que también fue psicoanalista, publicaría posteriormente un texto muy importante (en dos volúmenes): SIGMUND FREUD. Enfermedad y muerte en su vida y en su obra.

En cuando a las dos intervenciones quirúrgicas “radicales” a la que le sometió el cirujano bucal Hans Pichler sobre su maxilar superior derecho no deseo extenderme por lo macabro del asunto. En resumen: le fue extirpada la mitad de la cara; por eso en las fotografías posteriores a esta fecha son todas de perfil o están retocadas. Llevaba una prótesis a la que Sigmund apodó «el monstruo».

***Texto leído el día 25 de marzo de 2006 durante el ESPACIO ESCUELA mensual en la Sede de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano de Castilla y León (ELP-CyL) a la cual asistió el entonces Presidente de la ELP, Manuel Fernández Blanco. Publicado en la revista «ANÁLISIS. Revista de Psicoanálisis y Cultura de Castilla y León». Número 32. Diciembre de 2017