La Clínica Lacaniana
MODALIDADES DE RECHAZO
Voy a exponer, a continuación, una lectura personal —y por tanto, añadiré algunas cuestiones que se me ocurran mientras escribo— de esta conferencia impartida por Jacques-Allain Miller, el 17 de marzo de 1991 en Madrid, durante las VIII Jornadas del Campo Freudiano en España. Lo acompañaré con la escritura en la pizarra de algunos "matemas" lacanianos. Si se me pide, los explicaré brevemente.
La experiencia analítica nos impone la presencia de un sentimiento de rechazo que se hace omnipresente en la clínica del neurótico. Se trata de poder describrir las ocurrencias de dicho sentimiento de rechazo y tratar de precisar sus fundamentos lógicos. Nos recuerda Miller que Jacques Lacan, al final de su largo recorrido de reescritura de la obra de Freud, invita al analista a situar su propia posición como la del desecho, como lo rechazado.
Se trata sólo de presentar este asunto del rechazo y dejar para otra ocasión su formulación más precisa. Dice Jacques-Allain Miller que su intervención tendrá un carácter aporético (en Filosofía y Lógica el término «aporía» se refiere a un razonamiento cuya conclusión es un juicio contradictorio o a una dificultad de orden racional que no tiene solución).
La manera más simple de abordar el rechazo es a partir de la palabra «no», que es lo contrario del «sí». Decir que sí o que no establece una diferencia muy importante. A veces puede establecer la diferencia entre la paz y la guerra, entre la vida y la muerte. Lo que se llama una vida, en el sentido de una biografía, puede resumirse mediante esos dos significantes (el «sí» y el «no»): cuándo uno ha dicho que sí y cuándo uno ha dicho que no.
Hay dos clases de «sí»: hay un «sí» simétrico e inverso con respecto al «no», es decir, su contrario (como ya indiqué anteriormente), pero existe un sí más fundamental que no tiene enfrente un término opuesto:
Sí/No
Sí
Esto es así porque el simple hecho de hablar es ya decir que sí. Hablar es afirmar y consentir.
Por la experiencia psicoanalítica sabemos de la destrucción subjetiva que se produce en el niño cuando los padres no hablan, no dicen nada; esta anulación de la palabra toma un sentido de rechazo que puede tocar las raíces mismas de su ser. En ocasiones el sujeto histérico se manifiesta en dicha experiencia de manera tal que parece que trata de llegar a ese mismo punto a través de un mutismo decidido. En este caso, el «no» del silencio pone de relieve el «sí» de la presencia del sujeto y la identificación del sujeto con su ser en tanto que rechazado. Esa misma lógica condujo a Sigmund Freud a atribuir a las pulsiones de muerte (Tánatos) un silencio fundamental, cuestión que no fue muy bien recibida por sus discípulos/as, en su obra Más allá del principio del placer (1920) sobre la cual diserté hace un tiempo.
Pero la dialéctica del «sí» y del «no» es más compleja, porque se diría que es la misma lógica que conduce al propio analista a instalarse en el silencio. Lacan utiliza, en ocasiones, la comparación entre el lugar del analista y el lugar del muerto. ¿Significa eso que el analista representa las pulsiones de muerte? —se pregunta J-A Miller—. Afirma, a continuación, que el silencio del analista es un significante porque en el campo del lenguaje el silencio es siempre un significante. El silencio del analista no es tanto un «no» como, más bien, un «sí» a la palabra del sujeto, un consentimiento a la escucha y por ello tiene el valor de un imperativo a hablar. De modo que podríamos escribir ese «sí» silencioso como un S1 (un significante amo) que, de modo eventual, el sujeto histérico puede rechazar con su mutismo. En resumen, el «sí» del silencio del analista es un «sí» fundamental, no es un «sí» como los otros.
Quizás el silencio del analista contiene, de forma virtual, el final de un análisis, que es cuando se desvanecen los espejismos del "yo ideal" y las capturas identificatorias. Este final es siempre decir sí, ya sea bajo la modalidad de la asunción, del consentimiento, del reconocimiento o de la revelación. La "asociación libre de pensamientos" es un método que inventó Freud para bordear el «no» del sujeto, para desbaratarlo, ya que abre una dimensión del decir en la que el «sí» y el «no» del sujeto se neutralizan. Este «no» del sujeto es lo que Freud denominaba la «represión» que es, en definitiva, un decir que no en lugar de decir que sí.
La palabra del sujeto, a pesar de todos sus esfuerzos, como tal palabra es mentirosa. Freud definió la neurosis histérica — y añadió que era el núcleo de toda neurosis— como un proton pseudos, como una mentira en su origen mismo. Lacan, en los últimos tiempos de su enseñanza, consideraba mentirosa toda palabra. Definir a la neurosis como mentira enlaza con que el sujeto sabe la verdad y la rechaza, lo que implica el concepto de Inconsciente. En este sentido, el Sujeto-supuesto-Saber (S.s.S) es el analizante mismo pues es quien se supone que sabe la verdad (aunque la rechace mediante el mecanismo de la represión).
Lo anterior da cuenta de que el inconsciente freudiano está en el nivel del «sí» fundamental, del «sí» que no tiene contrario, y por ello Freud decía que en él no existe el principio de contradicción. También por eso Lacan identificó el Inconsciente como un lenguaje, con un sistema significante, con una red de elementos que constituyen algo así como un disco que gira, como una escritura que da vueltas. Pueden plantearse así las cosas:
Palabra: sí/no
Escritura: sí
A pesar de que la palabra mienta, hay un escrito donde se conserva un sí, y por ello, la mentira se puede medir. La interpretación analítica consistiría por un lado el conducir el decir que no —núcleo de la neurosis— a decir que sí, que eso está escrito, y por otro reconducir la palabra a la escritura porque la escucha analítica no es una escucha sin más: es una escucha de lo escrito en lo dicho. Planteadas así las cosas, la interpretación responde a la mentira del sujeto con un «en la mentira misma dices la verdad». El método de asociación libre entraña que al mentir se va a decir la verdad.
Se puede decir que la Verdrängung (la "Represión") implica entender el Inconsciente como un saber la verdad. La asociación libre permitiría a la verdad, que está escrita en él, reaparecer en la palabra bajo la forma de la mentira. Es lo que Freud llamó la Verneinung (la "Negación"), o sea, que la verdad que se sabe y que está escrita vuelve a la palabra como un decir que no. Es lo que Freud propone en su texto, corto pero muy intenso, «La negación» (1925).
En resumen, que ese decir que no de la Verneinung remite a un decir que sí más fundamental en el nivel de la escritura inconsciente. Freud tenía un término para designar ese decir que sí más fundamental: la Bejahung ("Juicio atributivo" o "Afirmación fundamental"). Para él la Bejahung era la primera operación psíquica, el primer juicio subjetivo del ser humano.
Tal como nos enseñó Lacan, la psicosis constituye otro tipo de rechazo que denominó, empleando una palabra que encontró en Freud, Verwerfung ("Forclusion"). Este rechazo de la forclusion se funda en un «no» que no se inscribe en el nivel de la palabra, sino en el de la escritura. Es un «no» que ataca al «sí» fundamental, a la Bejahung. Es un «no» a nivel de la escritura inconsciente misma. Se trata del rechazo a inscribir un significante fundamental que Lacan denominó «Nombre-del-Padre» (N-d-P). Entonces, hay que distinguir la Verneinung (inventada por Freud en el nivel de la palabra) y la Verwerfung lacaniana que opera al nivel de la escritura.
Verneinung.................... Palabra
Verwerfung.................... Escritura
La tarea analítica sería intentar obtener que todo lo que hay en la Bejahung del sujeto sea reconocido, es decir, suprimir toda Verneinung en el nivel de la palabra. Freud puso un límite: la Urverdrängung (la "Represión primitiva u originaria") término del que trata en «La represión» (1915) —páginas 2.053-2.060 de sus Obras completas— y en «Inhibición, síntoma y angustia» (1925), en la página 2.837 de dichas Obras. Esa represión originaria, escribe Freud, no se puede levantar.
De ahí toma su punto de partida la teoría del deseo en Lacan. Lo definió como reprimido, en tanto que no puede existir sino como tal. Cuando es reconocido es como demanda, es decir como deseo de otra cosa. Hay oposición ente demanda y deseo (D/d). Al final de su escrito La dirección de la cura y los principios de su poder (1958) plantea la aporía de que el deseo es incompatible con la palabra, de que el deseo no existe sino en tanto que reprimido. De modo que hay un «sí» imposible de decir y un rechazo primordial.
En el capítulo XXII y siguientes del Seminario impartido durante los años 1960-61 —La transferencia—, Lacan rechaza la traducción de la Versagung freudiana por «Frustración», indicando que se trata de un término más próximo al rechazo que a la frustración. Para él este vocablo designa un rechazo tanto exterior como interior en una posición existencial (es decir, que se trata de un rechazo primordial, de modo que equipara la Versagung al Urverdrängung de Freud). La Versagung es lo reprimido más primordial, más originario, es un punto donde no se puede decir nada. En ese momento alude al fantasma ("Sujeto barrado losange a") como una fórmula que sólo puede escribirse. Entonces tenemos que el deseo como tal es incompatible con la palabra pero no con la escritura. Hay algo en la escritura de la Bejahung que no solamente no puede pasar a la palabra sino que además no está sometido a la Verneinung.
Este elemento no sometido a la Verneinung es el falo simbólico, el significante fálico (phi mayúscula) como un significante no negatilizable. Así como el falo imaginario (phi minúscula) se toma siempre en una dialéctica del «hay/no hay», el falo simbólico escapa a la negación porque es un significante indecible o sin nombre pero que, sin embargo, está escrito en la Bejahung primordial, aunque no pueda aparecer ni en la percepción ni en la palabra.
La «pulsión» freudiana es también un elemento imposible de negativizar (Freud nos dice que la pulsión es algo indiferente a la Verneinung), tal como sucede con el falo simbólico. Aunque Lacan anteriormente designó al falo simbólico como significante del deseo, llegado a un punto de elaboración teórica, define a éste como el significante del goce, puesto que el goce es imposible de negativizar ya que la pulsión siempre consigue obtener satisfacción.
El hecho de que Lacan postule el falo simbólico como significante imposible de negativizar, o sea, que no entra en la Verneinung, no impide que, como significante que es, implique la anulación del goce. Por el hecho mismo de ser el significante del goce contiene en sí mismo un «no» al goce. O lo que viene a ser lo mismo: el falo simbólico escribe la operación de sustracción del goce por el sistema significante.
Más adelante Lacan situó el goce en lo real e inventó un significante —el «objeto pequeño a»— para situarlo. Es paradójico —añade Miller— porque es un significante que dice: «No soy un significante». No es un significante en tanto que no anula lo que representa. El falo simbólico sí anulaba lo que representaba (el goce); sin embargo, el objeto pequeño a no lo anula pues es la verdadera presencia real del goce.
Para finalizar, que después, podremos aclarar algunos de los conceptos que os leí. Os invito a hacerlo. De este modo debemos distinguir, en la cuestión del rechazo, dos órdenes fundamentales: el orden de la Verneinung (Represión), que tiene como sostén el falo simbólico y el orden de la defensa que concluye con el «objeto pequeño a».
***Texto leído en el transcurso del «ESPACIO ESCUELA» de la ELP-CyL el 13 de febrero de 2011.