RESEÑA DEL LIBRO «LA INVENCIÓN DE LAS ENFERMEDADES MENTALES», DE JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ.

Acogemos con mucha alegría la reedición del libro La invención de las enfermedades mentales, de José María Álvarez, que fue publicado en 1999 por la editorial Dor y que tuvo en su tiempo una especial repercusión, tanto a nivel regional en Castilla y León como a nivel nacional e internacional.

Cuando los 3.000 ejemplares de dicha edición se agotaron, fuimos bastantes los que animamos al autor a volver a editarlo por considerarlo un texto imprescindible para el conocimiento psicopatológico de la psicosis y su aplicación a la clínica, que debiera ser leído a la letra no sólo por quienes se encuentran realizando los estudios de especialización post-grado (MIR de psiquiatría y PIR) sino por todos aquellos que tienen como labor profesional la atención y el tratamiento de quienes se han denominado, con el correr de los tiempos —tal y como nos lo muestra José María Álvarez—, locos, alienados mentales, enfermos mentales, psicóticos o trastornados mentales. Muchas denominaciones para dar cuenta de una dimensión real de la experiencia humana que escapa, incólume, al abrazo cognitivo de nuestras cortas entendederas y que golpea y conmueve, sin cesar y sin piedad, los frágiles cimientos donde se viene sosteniendo nuestra orgullosa debilidad mental generalizada.

Pero José María Álvarez no se ha limitado a reeditar su libro sino que lo ha vuelto a reescribir suprimiendo algo, modificando bastante y añadiendo 151 páginas más. Ésta ha sido una labor encomiable que todos sus lectores agradecerán ya que el texto gana en profundidad, en sencillez —no exenta de un rigor y de una asombrosa erudición— y el estilo mejora. Su amable y elegante prosa se hace más cercana y encandila al lector; le va llevando de la mano por los vericuetos de la psicología patológica de lo que venimos en llamar psicosis o locura rescatando las figuras señeras de la psicopatología clásica —admirables sus «pantallazos» biográficos—, sus ideas, sus controversias, su modo de tratar con la locura, los saltos epistemológicos así como los callejones sin salida y puntos de fractura de sus construcciones nosográficas y nosológicas. Y cómo todo ese saber acumulado converge en Freud y en Lacan, quienes lo ponen patas arriba y extraen aquello que resulta ser más valioso para su Causa, que no fue otra que la psicoanalítica.

Libros como éste también son muy necesarios para esta Causa ante el avance y la agresividad actual del discurso psiquiátrico positivista con su adlátere, la psicología cognitivo-conductual y su cientificismo de pega. Son tiempos difíciles para el psicoanálisis, se oye decir. Siempre lo fueron aunque se puedan aislar, en sus bastantes más de cien años de historia, algunas «épocas doradas». El descubrimiento del inconsciente freudiano constantemente causó mucha desazón, y por supuesto que seguirá incomodando en el futuro, porque es más tranquilizador imaginar que el sujeto es el dueño en su morada y más si ésta se encuentra acampada, a sus anchas, entre los pliegues de las circunvoluciones cerebrales, dándose de vez en cuando una ducha de neurotransmisores cuando sienta cierto desfallecimiento o bien le apriete demasiado la calorina.

Esto es lo que se oferta en la actualidad como tratamiento habitual al pathos mental: proporcionar al sujeto —forcluido como tal sujeto de la palabra y el lenguaje puesto que está identificado a un órgano, el cerebral, con el que es tontería ponerse a hablar, como es una auténtica gilipollez dialogar con un hígado y su habitual compañera, la vesícula biliar— aquellas substancias psicotrópicas que, de modo incesante, viene colocando en el mercado farmacéutico la engrasada maquinaria de la Tecnociencia y su aparato propagandístico, para que recupere el buen tono y la cabal cognición (con la inestimable ayuda —todo hay que decirlo— del/la psicólogo/a, quien, como garante de la realidad y de las ideas correctas, le irá indicando qué debe hacer, sentir y pensar para conseguir ser un ejemplar de ciudadano bien adaptado al Sistema). Todo lo anterior debe acompañarse (eso, por supuesto, que nunca falte) de cuantos protocolos, nomenclátores —no son otra cosa los sucesivos DSM y CIE—, escalas y guías que sean necesarios para dar al argumento ideológico un cínico barniz de práctica científica.

El padecimiento psicótico, que es tratado por José María Álvarez con una enorme delicadeza y respeto (lo que da a ver a las claras su posición ética ante el asunto), se ha banalizado en nuestros tiempos de tal modo que ha terminado siendo reducido a una enfermedad concebida en su relación con la terapéutica neuroquímica. Esto implica, como antes indiqué, desconocer al sujeto en tanto causado por el aparato significante, producto de sus contingencias históricas, en posesión de un goce singular y siempre responsable de su posición subjetiva en tanto sujeto del inconsciente. Esta forclusión —inducida por la práctica clínica de quienes sostienen una causalidad genética y neurobiológica de la psicosis— redobla la forclusión significante propia del sujeto que habita la estructura psicótica. Sostener la perspectiva naturalista de las enfermedades mentales —dijo José María Álvarez en una entrevista realizada y publicada recientemente en el blog de la ELP— equivale a aceptar que el loco no es otra cosa que un títere en manos de su desafortunada enfermedad cerebral, que no es nadie ni puede hacer nada con ella salvo soportarla con la mayor resignación posible.

El libro, que posee una extensión de 615 páginas, consta de un prólogo («Psiquiatría y cultura») a cargo del psiquiatra. director del "Consorcio Dr. Villacián" y escritor vallisoletano, Fernando Colina —a quien el autor, en una nota previa, reconoce como su maestro— y seis capítulos a los que siguen un índice bibliográfico y otro onomástico. Debido a la densidad y multiplicidad de los temas planteados sólo abordaré, a vuelapluma, con algunos breves y gruesos trazos, el inmenso contenido que atesora. 

El primer capítulo («Locura, alienación mental y enfermedades mentales») trata de los escenarios y las principales líneas de fuerza que determinaron la transformación de la locura clásica en alienación mental por parte de los fundadores de la psiquiatría en su más rudimentaria versión —los alienistas, con Philippe Pinel a la cabeza— y de ésta en enfermedades mentales a cargo de su gran ideólogo: Jean-Pierre Falret, apoyado en los solo seis hallazgos necrópsicos de Antoine Laurent Jessé Bayle y su «aracnoiditis crónica» de causalidad, se supo mucho después, en 1913, sifilítica (parálisis general progresiva o PGP, debida al bichejo Treponema pallidum). Finaliza con un pormenorizado estudio comparativo de las visiones que tuvieron sobre la psicosis maníaco-depresiva tres importantes figuras clásicas de la psicopatología: J.-P. Falret, J. Baillarger y E. Kraepelin.

El segundo capítulo («La paranoia: entre la locura y la nosología de las enfermedades mentales») muestra cómo la paranoia ha venido haciendo excepción a todos aquellos modelos psicopatológicos que han tratado de imitar la patología médica y cómo éstos, tras una paulatina devaluación, han terminado reduciéndola a una simple entelequia. Este capítulo es un completo tratado sobre la psicosis paranoica pues José María Álvarez es todo un erudito en ella; no olvidemos que ya desde su tesis doctoral de 1992, «La psicosis paranoica en la clínica psiquiátrica franco-alemana (1800-1932)», su pulsión epistemofílica se orientó en gran medida en torno a dicha entidad, la cual representa por sí misma la objeción mayor, el escollo indeleble, el más serio revés, al modelo médico extrapolado a la patología mental.

El principal protagonista del tercer capítulo («Demencia precoz: el rostro más deficitario de la locura») es Emil Kraepelin, el substancial urdidor del trasvase de categoría nosográfica desde de la paranoia clásica a las formas paranoides de su dementia praecox, entidad que terminó constituyéndose en el paradigma de las enfermedades mentales "supuestamente" naturales.

El cuarto capítulo, titulado «La esquizofrenia: cinco visiones sobre el desgarramiento de la identidad (E. Bleuler, G. Ballet, Ph. Chaslin, G. G. de Clérambault y S. Freud)», detalla las diversas interpretaciones que dieron los autores referidos a ese desgarramiento de la identidad que se ha venido en llamar esquizofrenia (antes dementia praecox) y finaliza con una ajustada crítica a la noción actual de esquizofrenia y sus diferentes subtipos. 

A lo largo del quinto capítulo («La locura desde dentro: las enseñanzas de Paul Schreber, profesor de psicosis») se trata de subvertir el procedimiento epistémico que se viene empleando habitualmente. Si el saber psicopatológico se ha ido forjando mediante la reunión de múltiples observaciones particulares que han servido para construir las categorías clínicas generales, el autor propone, siguiendo el método psicoanalítico, que el estudio de un caso ejemplar sirva para ordenar el conjunto de la estructura clínica y para mostrar el grado de artificiosidad, de «invención», que contiene el armazón nosológico y nosográfico destinado a encorsetar la locura dentro de modelos empíricos calcados de la patología médica.

Para ello da la palabra a un loco genial: el magistrado Daniel Paul Schreber y sus Hechos dignos de ser recordados de un enfermo de los nervios, también traducido como Memorias de un neurópata. El testimonio que da Schreber —un relato exquisito de las entrañas de la locura— detalla las coyunturas y los pormenores de su trágico desmoronamiento subjetivo así como las maniobras y respuestas que fue encontrando para hacerle frente y para gestionar su evolución. Sólo otro genio, Sigmund Freud, supo vislumbrar, en su lectura, los efectos restauradores que lleva a cabo el sujeto de la psicosis merced a su trabajo delirante, marcando con ello un hito histórico que supuso un corte radical en la historia de la clínica y dividió la psicopatología en dos orientaciones en adelante irreconciliables. 

Y, finalmente, en el sexto capítulo («Reflexiones sobre la psicosis a la luz de la clínica y la historia»), haciendo acopio de las enseñanzas de J. P. Schreber, las descripciones de la clínica clásica y los hallazgos psicoanalíticos, desarrolla un modelo unitario de la psicosis a partir de las nociones que el autor ha venido investigando durante estos últimos años (y que han quedado reflejadas, de modo magistral, en su anterior publicación, de 2006, Estudios sobre la psicosis): la correlación entre psicosis y certeza, las diferencias entre certeza y creencia, el axioma delirante (la fórmula o postulado de la certeza), el estudio de los fenómenos elementales patognomónicos de la psicosis y su utilidad tanto diagnóstica como terapéutica, la forclusión como mecanismo genérico de la psicosis, los tres grandes polos (el paranoico, el esquizofrénico o xenopático y el melancólico-maníaco) y la función reconstructiva y potencialmente estabilizadora del delirio. 

Por último nos queda felicitar a la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP), que a través de la editorial Gredos publica esta importante colección (en la que este libro hace el número 6), al director del proyecto editorial, Vicente Palomera —a quien José María Álvarez, en «Nota del autor», se refiere como una de aquellas personas que más le han animado a reeditarlo— y a sus más estrechos colaboradores, entre los que me encuentro, sobre todo en la corrección ortográfica, por el resultado obtenido. Éste es, en definitiva, un ensayo riguroso, comprometido y valiente que, en palabras del autor, «exhorta a reanudar el diálogo con el alienado y a pensar de otro modo la locura» y que, sin duda, está destinado a ser un punto de referencia obligado para quienes pretendan tener trato con sujetos que habitan esa estructura clínica que llamamos psicótica.

 

***  Texto publicado en «El Psicoanálisis. Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP)», número 14. Noviembre de 2008.